
Del racismo imperante en tierras sureñas de Estados Unidos, a las gélidas poblaciones industriales de la China contemporánea, pasando por barrios marginales de Australia, Francia y Alemania, los asesinos en serie se abren paso victima a victima sin mostrar remordimiento alguno. En las recomendaciones de hoy: 5 películas de la colección “Serial Killers” de Filmin.

En el calor de la noche (1967)
de Norman Jewison
En un pequeño pueblo de Mississippi, el policía Sam Wood descubre un cadáver en medio de la calle. Esa misma noche detienen a un hombre negro en la estación de tren, pero tras ser interrogado, descubren que es un inspector de policía.
En el calor de la noche es un thriller que consigue enlazar a la perfección la intriga policiaca con la problemática racial, trasladando el crimen a una población del sur de Mississippi cargada de prejuicios racistas y ofreciendo un duelo interpretativo entre dos protagonistas de diferente raza. La película mantiene el aroma del cine americano de finales de los 60, con zooms y movimientos de cámara en las escenas de acción, un montaje que suma ritmo al conjunto y una banda sonora que abraza el blues para acompañar a la acción. La contraposición de los dos inspectores de policía que se ven envueltos en contra de su voluntad en la investigación de un asesinato, un reputado inspector de raza negra de Filadelfia, frente a un comisario racista y simplón, es la gran baza del film. El enfrentamiento entre la actuación elegante y comedida de Sidney Poitier, y la explosividad y soltura de Rod Steiger, ensalzan esta intriga policial con crítica social a una mentalidad imperante en la zona. Un choque de realidades arraigado en la mentalidad sureña de los Estados Unidos. Pensamientos que, lamentablemente, perduran en nuestros días. La obra dirigida por Norman Jewison obtuvo cinco premios Óscar: mejor película, actor (Rod Steiger), guion adaptado, sonido y montaje. Un hito del drama racial presente en el cine americano que ha influenciado claramente a obras posteriores como Arde Mississipi, Tiempo de matar, True Detective, o Green Book. Bofetada a la intolerancia.

Black Coal (2014)
de Diao Yinan
En 1999, los restos de un cuerpo son encontrados esparcidos en diversas canteras mineras. El caso no se resuelve, y cinco años después, el detective que investigó el caso y que ahora es guardia de seguridad, se ve envuelto de nuevo en la trama.
Black Coal es una producción de origen chino que sigue la estela del thriller nórdico más frío y seco. Diao Yinan escribe y dirige este neo-noir que no da concesión alguna. Sin ningún tipo de subrayado, con diálogos justos, constantes elipsis y huyendo de las premisas y estructura típicas del género, Yinan realiza un trabajo que genera el mismo interés que perplejidad al finalizar el metraje. El impecable tratamiento visual y sonoro en el que los neones típicos de cualquier ciudad de China se ven envueltos en un paisaje nevado e industrial, haciendo que todo resulte tan atractivo y llamativo, como distante y sucio. La propia trama del film relata una historia en la que no existen héroes y villanos, todos abarcan una infinita paleta de grises, el propia avance de la trama no sigue un relato claro y definido al que agarrarse y la resolución de la historia deja el mismo desasosiego al protagonista que al espectador que se acerca a la película. Además, no todo finaliza con la resolución del caso, la vida sigue, se han de cumplir con los protocolos y los procedimientos, y unos espectaculares fuegos artificiales venidos de la nada solo sirven para remarcar la necesidad de un final satisfactorio que ponga un lazo perfecto al conjunto, pero nada más lejos de la realidad. Black Coal disfraza su retrato de un país en plena conversión al capitalismo en un thriller tosco y distante, que sin embargo, encandiló al jurado del festival de Berlin, obteniendo el Oso de Oro a la mejor película y al mejor actor.

Hounds of Love (2016)
de Ben Young
En los suburbios de Perth viven John y Evelyn White, una perturbada pareja que se dedica a secuestrar a jóvenes. Vicki Maloney se escapa de casa de su madre para dirigirse a una fiesta, y su camino se cruza con ellos.
Ben Young debuta en largometraje escribiendo y dirigiendo este intenso thriller basado en hechos reales, que pese alejarse de la brutalidad explícita, consigue crear momentos de tensión y recrea en un nuestras cabezas imágenes contundentes. Hounds of Love se engloba en el subgénero de cine de secuestros, en el que el protagonismo lo acapara el sufrimiento de la víctima, su indefensión, su obsesión por los detalles, sus fallidos intentos por escapar. El pulso firme de Young en la dirección mantiene una tensión que se prolonga a lo largo de todo el metraje y que reafirma las actuaciones de un valiente reparto. La narración se aleja de cualquier caricaturización de los malvados para conseguir un estudio de personajes que profundiza en la tóxica relación de la pareja que se dedica a realizar esos secuestros, y en el que el trasfondo del rol de la maternidad acompañando su tormento. Destaca por encima de todo el reparto la actuación de Emma Booth, recreando a una mujer dependiente dispuesta a saciar los brutales apetitos que demuestra su pareja. Cómplice, culpable, y sin embargo, frágil pese al salvajismo de sus actos. Mención especial a la extensa escena final en cámara lenta, un magnífico ejercicio de estilo que cierra el relato y consigue mantener la tensión al máximo hasta sus últimas consecuencias. Una ópera prima que vuelve a demostrar la gran salud del cine independiente australiano contemporáneo, y en especial, su vertiente enfocada al thriller.

Knife + Heart (2018)
de Yann Gonzalez
En el Paris de finales de los 70, Anne se dedica a producir películas porno gay. Cuando Loïs, su montadora y pareja, decide abandonarla, Anne prepara una película más ambiciosa para reconquistarla. Mientras tanto, un asesino merodea a su alrededor.
Knife + Heart es el segundo largometraje de Yann Gonzalez, quien propone un thriller con aroma a slasher decorado de giallo en el que el autor referencia obras claves de Brian De Palma, William Friedkin, Dario Argento y Lucio Fulci. Producción francesa y mexicana capaz de proponer imágenes oníricas alucinógenas, maridadas con una banda sonora cargada de teclados y sintetizadores, pero que en su obsesión por el homenaje también cae en escenas que rozan la ridiculez. Vanessa Paradis está al frente del modesto reparto interpretando a Anne, una mujer de carácter conflictivo e histriónico que no cae en la caricatura, y que, gracias a ella, consigue sostener el peso de la trama y del propio film. Cine dentro del cine en clave LGTBI, combinación de múltiples géneros como el terror, el cine policiaco, el cine erótico y ciertos toques de humor en una historia ambientada en una época de liberación sexual previa al sida. La excusa del asesino vengativo para realizar un homenaje estético y sonoro a todo un movimiento cinematográfico en el que la forma se pone por delante del relato, provocando una trama de débiles pilares que avanza a trompicones. Con todo, Knife + Heart consigue mantener el suspense y funciona como ejercicio de estilo que busca reverenciar una forma de hacer y entender un género anclado en un momento y tiempos específicos, en los que el desparpajo y el riesgo autoral se abría paso en las pantallas de cine.

El monstruo de St. Pauli (2019)
de Fatih Akin
Fritz Honka es un asesino en serie obsesionado con el sexo y las mujeres que comete sus terribles actos en su ático, en la ciudad de Hamburgo de los años 70.
El cine y la literatura nos han mostrado una y mil veces que pese una apariencia externa monstruosa, la belleza está en el interior de las personas. El drama de El hombre elefante. Faith Akin viene a ofrecer el contrapunto a esa premisa con esta producción alemana que escribe y dirige llamada El monstruo de St. Pauli. El film narra los crueles asesinatos cometidos por Fritz Honka en el Hamburgo de los años 70, una ciudad en la que la decadencia y el patetismo se abrían paso. Un constante carrusel de personajes demacrados, cargados de taras físicas y mentales, que sobreviven en los bordes de lo socialmente aceptado, se relacionan en lúgubres bares que pueden resultar atractivos y bohemios en la superficie para los ojos más entusiastas, pero que rápidamente muestran su mugre y putrefacción más absoluta. El protagonismo recae sobre Honka, interpretado por un caracterizado e irreconocible Jonas Dassler, un robusto hombre con malformaciones y aspecto dejado que vive en un apestoso ático. Sus obsesiones y frustraciones sexuales alcanzan su cota más elevada cuando se lleva alguna mujer a su piso, y allí, la destroza sin ningún tipo de miramiento. La acción no edulcora los hechos, los muestra de forma fría y distante, sin ningún tipo de juicio en el relato y con una obsesión enfermiza por recrear los sucesos reales acontecidos. Pocas veces se consigue de forma tan acertada que la mugre traspase la pantalla de tal manera que nos revuelva el estómago. Soez, sucia, desagradable y violenta, y pese a todo, un reflejo de una realidad existente, aunque no nos guste.