«Maligno»: Las dos caras del terror

Uno de los iconos del terror moderno recupera la esencia de los films de terror de videoclub en una obra orgullosa y autoconsciente de su propuesta. El James Wan más desacomplejado se abre camino en una cartelera poco habituada a películas de este tipo. Hoy toca hablar de Maligno.

Maligno

Título original: Malignant (111 min.)

Año: 2021

Director: James Wan

Guion: Ingrid Bisu, James Wan y Akela Cooper

Reparto principal: Annabelle Wallis, George Young, Maddie Hasson y Jake Abel

Género: Thriller, Terror

Madison es una mujer embarazada que vive en Seattle con su pareja. Tras una violenta discusión en la que es golpeada, Madison tiene visiones sobre macabros asesinatos.

Existe una expresión en el vocabulario compartido con mis más allegados que aparece espontáneamente al toparnos con una obra como Maligno: es muy Sitges. Los iniciados en el Festival Internacional de Cine Fantástico de Catalunya tendrán muy claro a que se atribuye esa expresión, pero para toda persona ajena al festival, una pequeña definición: dícese de toda película con argumento rocambolesco, escenas sangrientas y momentos en los que deseas aplaudirle a la pantalla hasta que te duelan las manos.

James Wan se aleja de las propuestas más formales de su actual carrera para abrazar el espíritu de las cintas de terror de videoclub de los años 80 y 90, de espíritu gótico en la ambientación y ascendente baño de sangre y violencia conforme avanza la trama. El slasher ochentero y el giallo se dan la mano en Maligno, un homenaje al cine de Bava, Argento, De Palma y Cronenberg, entre muchos otros autores reverenciados por Wan, en una espiral de violencia que muestra sus cartas de inicio en su adrenalínico arranque, para después bajar el ritmo de la acción y tornarse un tanto más convencional, un engaño que funciona a la perfección para desembocar en una desbocada orgía sangrienta.

El camino planteado por Wan en Maligno no resulta perfecto y analizar sus partes puede implicar mostrar algunas de sus vergüenzas, pero destila un amor tan puro por el cine de trastienda de videoclub, que se le perdonan sus flaquezas y enamora por su sinceridad, desparpajo, compendio de homenajes y el vuelco incondicional de su protagonista hacia el reto que implica interpretar al personaje de Madison. Annabelle Wallis se mimetiza en una mujer que concentra gran parte de los clichés femeninos del cine de terror: scream girl, superviviente, sufridora de amnesia, empoderamiento y transformación. El relato avanza firme y con buen ritmo de un potente arranque a un nudo bastante extenso y dubitativo, en el que se abren paso localizaciones típicas del género que no acaban de ser del todo explotadas en el film: un hospital abandonado y una ciudad subterránea repleta de oscuros rincones, hasta llegar a un desenlace con giro argumental, incluido, insinuado hasta la extenuación durante todo el metraje, pero no por esperado, resulta menos efectivo y demente.

El tercer acto es el que consigue decantar la balanza de la experiencia vivida. O ensalza el film como homenaje al cine de terror más desvergonzado y se entra de cabeza al bizarro juego que propone, o cae en picado al círculo más bajo del infierno de Alighieri, olvidada y despotricada sin miramientos. La predisposición es clave en la última obra de Wan, y aunque no se acepte su juego, no se le puede negar un amor incondicional al género, un envidiable uso de la cámara, una ochentera banda sonora de las que se graban en la mente y mucho valor para conseguir estrenar en una sala de cine una propuesta que antaño era carne de cañón de VHS. En tiempos de aplauso para esa etiqueta que genera cierto rechazo denominada «terror elevado», Wan mira al pasado para apostar por el «terror desenfadado y sin complejos».

Resumiendo que es gerundio

Maligno rezuma esencia de cinta de videoclub, amor por el slasher y el giallo de los ochenta, y sin esconder sus costuras, ofrece un homenaje natural y fogoso por los grandes referentes del género. Trasladando la propuesta ochentera al siglo XXI y contando con un nivel de producción muy cuidado, Wan consigue una obra de terror que hará las delicias para todo fan del cine de terror más desacomplejado. Premisas que vierten en desenlaces absurdos, escenas brutalmente sangrientas, planos y movimientos de cámara en los que el director se recrea y una Annabelle Wallis que se desvive en una actuación intensa y compleja de llevar a buen puerto, y que sin embargo, cumple su objetivo con creces, todo aderezado con una banda sonora que acompaña magistralmente a la acción. El poder del VHS se abre paso en las salas de cine.

Lo mejor: el tramo final, cuando el film se descontrola, se desata la locura y la violencia explota. La dirección de Wan con algunos movimientos de cámara deslumbrantes. La niebla. El veloz montaje. El homenaje al cine de videoclub. La energía de Annabelle Wallis. La ochentera banda sonora. El loco giro argumental del tercer acto. Las insinuaciones de humor difuminadas a lo largo del film.

Lo peor: algunas actuaciones no están al nivel. El nivel de credibilidad de la trama. El alargamiento del nudo. La sensación de no aprovechar al máximo localizaciones perfectas para el terror.

Te gustará si… vas con predisposición ante films de este tipo, en los que predomina el espectáculo, el homenaje y las ganas de hacer disfrutar frente a la corrección formal y argumental.

La odiarás si… esperas una obra en la línea de Expediente Warren o Saw.

Me gustó más que: Insidious

Me gustó menos que: Saw

Nota: 8/10

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