Considerado uno de los mejores directores de la historia del cine y nombrado por muchos como el mejor director del cine americano. La selección que propongo a continuación se queda muy lejos de ser representativa de todo su cine, ya que su filmografía se extiende más allá de los 100 títulos entre cine mudo y sonoro, pero supone una pequeña degustación que permite adentrarse en su inabarcable obra. En la “Filmografía básica” de hoy: John Ford.
«Las uvas de la ira» (1940)
Tom Joad vuelve a casa después de cumplir cuatro años de condena en la cárcel. La ilusión de volver a encontrarse con su familia, rápidamente se transforma en frustración al ver como una gran empresa los expulsa de sus tierras. Su única salvación será emprender un largo viaje a California para encontrar trabajo.
«Las uvas de la ira» está considerada una de las mejores obras de cine social de la historia. La Gran Depresión vivida en Estados Unidos durante los años 30 es el tema principal de la novela de John Steinbeck publicada en el 1939. Después de ganar el premio Pulitzer, mucho se rumoreaba sobre su adaptación al cine, pero parecía imposible que sucediera por el gran conservadurismo mostrado por los grandes estudios americanos. Pero todo cambió con la intervención del productor Darryl F. Zanuck que compró los derechos para 20th Century Fox. John Ford fue el elegido para dirigir la película, y este, escogió a Henry Fonda para el papel protagonista. «Las uvas de la ira» narra las miserias vividas por la familia Joad, expulsada de sus tierras durante los años 30, inmediatamente después del crack del 29. Unas tierras que habían sido suyas generación tras generación y de las que ahora se han de despedir irremediablemente. Sin esperanzas y desolados por lo sucedido, la familia es seducida por una publicidad que habla de las maravillas de California, una tierra fructífera que ofrece altos salarios a sus empleados. Con la esperanza de conseguir un jornal en la tierra prometida, invierten todas sus posesiones para dirigirse al otro extremo del país, yendo de Oklahoma a California en una camioneta cargada hasta los topes de gente y esperanza y vacía de escepticismo y de posesiones materiales. La injusticia de la expulsión de sus tierras, el rechazo sentido allá por dónde pasan a lo largo del recorrido a California y las duras condiciones a las que se someten a los jornaleros, con jornales ridículos y alojamientos en campos de refugiados controlados por agresivos vigilantes de seguridad, no dan tregua a un espectador que es sometido a una realidad que no está tan alejada cómo nos pensamos. Son memorables los dos discursos que se suceden en el tramo final de la película: el del exconvicto Tom Joad (interpretado por un siempre magnífico Henry Fonda) despidiéndose de su madre (Jane Darwell, en el papel más brillante de la película), hablando sobre la justicia y la rebelión, y el de su propia madre dentro de la furgoneta, de nuevo viajando y mirando al horizonte, ofreciendo un atisbo final de esperanza y firmeza pese a todos los percances sufridos en su periplo. Una road movie sobre la Gran Depresión que fue galardonada con el Óscar a mejor director para John Ford y el Óscar a mejor actriz secundaria para Jane Darwell. Cine social absolutamente atemporal del que consigue despertar conciencias.
“¡Qué verde era mi valle!” (1941)
Los Morgan son una familia que viven en un pueblo minero de Gales. Todos ellos son orgullosos mineros que respetan las tradiciones y la familia. La bajada de los salarios en la mina provocará un gran conflicto en la familia entre el padre y los hijos.
“¡Qué verde era mi valle!” es la adaptación de la novela del mismo nombre de Richard Llewellyn, producida por Darryl F. Zanuck y escrita por Philip Dunne. Una de los grandes películas de John Ford (para muchos, la mejor) y que se ha convertido por mérito propio en uno de los grandes clásicos de la historia del cine. El viejo Huw Morgan rememora lleno de nostalgia sus tiempos de infancia y juventud, a finales del siglo XIX, cuando convivía en Gales con sus padres y hermanos. En aquella época era un crío que idolatraba a su padre Gwilym Morgan, capataz en la mina, a su sacrificada madre Beth, a sus hermanos mayores mineros y a su hermana Angharad que ayudaba en las tareas del hogar. Toda la comunidad se respaldaba, se cantaban canciones cada vez que se acababa la jornada de trabajo y los domingos se iba a misa. Tiempos idílicos en los que parecía imposible que las cosas pudieran cambiar. Pero nada es eterno. Los problemas aparecen cuando el propietario de la mina disminuye los salarios, los mineros enfadados deciden ir a la huelga en forma de protesta y se plantean crear un sindicato para defender sus intereses. Gwilym decide no respaldar la huelga y eso genera el rechazo del resto de mineros, incluyendo sus propios hijos. Los enfrentamientos entre la familia, las habladurías en el pueblo y un grave accidente de por medio marcarán el trágico destino de los Morgan. El film contiene muchas de las obsesiones de Ford: el drama de la clase trabajadora, la separación de la familia, el choque de los valores tradicionales con los nuevos pensamientos, la vida en comunidad, la búsqueda de la felicidad en las cosas sencillas de la vida… Todo a través de los recuerdos de un personaje que mezcla la idealización de los tiempos de juventud con momentos llenos de crudeza que marcaron su vida. Un viaje de la infancia a la edad adulta con el que es imposible no emocionarse. La madre absolutamente compungida por la marcha de los hijos, el monólogo del pastor en la iglesia o el último descenso a la mina, consiguen desarmar la mayor de las corazas emocionales. El rodaje no fue fácil, los estudios querían filmar la película en Gales, pero los terribles acontecimientos que sucedían durante la Segunda Guerra Mundial hicieron esto imposible. Ford hizo que se construyera una réplica auténtica de un pueblo minero Galés y se pudo filmar toda la película en California. La obra es conocida mundialmente por ser el film que consiguió vencer a “Ciudadano Kane” en la carrera a los Óscar, obteniendo los galardones de mejor película, director, actor de reparto, dirección artística y fotografía. Un drama social tremendamente conmovedor.
“El hombre tranquilo” (1952)
Sean Thornton es un americano de origen irlandés que regresa a su Irlanda natal para encontrar la calma y olvidar su pasado. Allí se enamora de Mary Kate Danaher, una mujer temperamental a la que querrá cortejar, pero para ello tendrá que enfrentarse a las costumbres locales y a su agresivo y forzudo hermano.
«El hombre tranquilo» es una comedia romántica en la que John Ford muestra una Irlanda idealizada, un paraíso en la tierra al que le gustaría trasladarse como hace el propio personaje de John Wayne. En los años 20, Sean Thornton, un ex boxeador americano de origen irlandés, viaja a su lugar de nacimiento, Inisfree, en Irlanda. Allí pretende comprar la antigua granja de la familia y rehacer su vida en esa tierra que su madre tanto idolatraba. Poco tiempo después de llegar a Inisfree, se encuentra con Mary Kate Danaher, la temperamental hermana de «Red» Will Danaher, un terrateniente que también pretende comprar la granja. Sean queda absolutamente prendado de Mary Kate, así que decide conquistarla. El enfrentamiento entre ambos hombres afecta al cortejo de Sean hacia Mary Kate, ya que para que la relación pueda llegar a buen puerto, Mary Kate necesita el beneplácito de su hermano. Algunos residentes de la aldea, entre los que se encuentran el Padre Peter Lonergan y el casamentero local Michaeleen Óge Flynn, conspiran para conseguir que la pareja pueda iniciar su relación. Pero el hermano de Mary Kate no será el único problema que se encontrará Sean, el gran carácter de ésta y las arraigadas tradiciones no le pondrán las cosas nada fáciles. Partiendo de un choque cultural entre la arraigada tradición irlandesa y el atrevimiento de un norteamericano, la película simboliza la idealización de una tierra, con sus particulares gentes y lejanas tradiciones. A través de imágenes bucólicas de los prados irlandeses y de una banda sonora con tonos celtas que se repite a lo largo del metraje surge la ensoñación de que otra vida es posible. Una más sencilla basada en la camaradería, en la que los golpes de puño forjan amistades y el alcohol puede acabar con cualquier tristeza. La obra contiene momentos inolvidables como la trepidante carrera de caballos, el beso apasionado entre los protagonistas en el cementerio, el recuerdo del último combate de boxeo de Sean (en un flashback que para un servidor es lo mejor del film) o la cómica y exageradamente larga lucha a puñetazos entre el protagonista y «Red» Will Danaher. Todo un clásico al que mejor no acercarse con el punto de vista de nuestros días por su machismo y la ligereza con la que se tratan ciertos temas. La película obtuvo el Óscar a mejor director para John Ford y a la mejor fotografía para Winton Hoch por las exuberantes imágenes del campo irlandés. Alcohol que no deja resaca y golpes que no hacen daño en una idílica Irlanda a la que transportarse mágicamente con su visionado.
“Centauros del desierto” (1956)
En 1868, en Texas, Ethan Edwards vuelve a su hogar después de combatir en la guerra de secesión. Su paz dura poco, la casa es atacada por los comanches, que acaban con toda la familia y secuestran a sus dos sobrinas. Ethan buscará venganza, cueste lo que cueste.
«Centauros del desierto» ha sido reconocida como una de las películas favoritas de directores míticos de la historia del cine como Martin Scorsese, George Lucas o Steven Spielberg. El imperfecto pero tremendamente atractivo western que creó John Ford con éste film sigue creando disparidad de opiniones entre el público. Tiene enormes virtudes: uno de los mejores personajes interpretados por John Wayne, unas secuencias de acción trepidantes, una fotografía espectacular con escenas filmadas en Monument Valley, una banda sonora magnífica y un cierre de los más icónicos de la historia del cine. Pero no se puede negar que también aparecen ciertos problemas: evidentes errores de raccord, unos malvados apaches tremendamente caricaturizados, tiroteos muy poco certeros y decorados que pecan de artificialidad. En 1868, Ethan Edwards vuelve a la casa de su hermano Aaron después de una ausencia de varios años. Ethan luchó en la Guerra Civil del lado de la Confederación, y al finalizar, desapareció durante tres años hasta su vuelta actual. Toda la familia le acoge con cariño, pero también se extraña por su desaparición por tan prolongado tiempo. Poco después de su llegada, el ganado de su vecino Lars Jorgensen es robado, así que el capitán Clayton se lleva a Ethan y a un grupo de Rangers para recuperarlo. Al poco tiempo de su partida, descubren que el robo fue una estratagema de los comanches para alejarlos de sus familias y poder atacarlas con mayor facilidad. Al volver, encuentran la granja en llamas, toda su familia muerta y sus sobrinas secuestradas. Después de un breve funeral, Ethan y Martin, un joven mestizo que había sido adoptado por la familia, deciden ir en busca de las dos jóvenes secuestradas. Una búsqueda que les marcará y que ocupará sus siguientes años de vida. Existen tantas ganas de derribar el mito como de mantenerlo encumbrado, todo depende de donde pongamos el foco de nuestros amores u odios. En lo que si que coinciden detractores y enamorados de «Centauros del desierto» es en que contiene la que probablemente sea la mejor actuación de John Wayne, dando vida a un solitario vaquero, cargado de odio, racista y con una obsesión enfermiza por aniquilar a los comanches que han acabado con su familia. Un antihéroe por el que es inevitable sentirse atraído y que tiene una presentación y una despedida dentro del film que son dignas de enmarcar (nótese el comentario jocoso). Uno de los grandes clásicos del western americano y una de las películas más representativas del cine de John Ford.
“El hombre que mató a Liberty Valance” (1962)
Rom Stoddard, senador del Congreso de los EEUU, viaja con su mujer a Shinbone para asistir al funeral de Tom Doniphon. El relato de Stoddard a un periodista pondrá luz sobre el misterio de su asistencia al funeral.
«El hombre que mató a Liberty Valance» aparece en lo alto de todas las listas de mejores westerns de la historia, y está totalmente justificado. John Ford consigue con esta película una de las obras cumbres del género relatando un momento crucial de la historia americana y mostrando una transgresión de los códigos del western. El salvaje oeste se comenzó a alejar de su condición de salvaje y comenzaron a introducirse la ley y la política en él. El héroe, el tipo duro, tiene un comportamiento con el que no se acaba de empatizar (aunque es clave su inclusión en los momentos decisivos de la historia), en parte debido al otro protagonista, un personaje racional que se aleja de la violencia en todo momento hasta que se ve inevitablemente forzado a ella. El senador Rom Stoddard y su esposa han viajado en ferrocarril hasta el pequeño pueblo de Shinbone para asistir al funeral de Tom Doniphon. El director del periódico local necesita satisfacer su necesidad de conocimiento, así que presiona a Stoddard para conocer la historia entre él y Doniphon. Rom comienza a narrar los hechos que le llevaron de joven a ese apartado pueblo. Su relato arranca con el asalto a su diligencia con suma violencia perpetrado por Liberty Valance, un forajido que campa a sus anchas y que tiene atemorizado al pueblo de Shinbone. Allí conoce a Hallie, una joven que cura sus heridas y a Tom Doniphon, un vaquero que cree en la ley del más fuerte para que las cosas funcionen bien. Stoddard es un hombre pacífico y de principios, quiere que Valance sea detenido y llevar la educación y las leyes imperantes en la gran ciudad al apartado pueblo. Pero no será fácil, Liberty Valance seguirá abusando de poder y haciendo de las suyas. El reparto está absolutamente espléndido: John Wayne interpretando al duro vaquero que representa los valores del lejano oeste, James Stewart como el inquebrantable abogado que trae nuevos pensamientos y que se ve superado por la violencia, Vera Miles es la joven de fuerte carácter que enamora a ambos personajes, Lee Marvin encarna al brutal y repulsivo forajido y Edmond O’Brien enamora haciendo del entrañable y carismático borrachín director del periódico. Violencia, democracia, libertad de prensa, educación… La obra trata muchos temas de forma brillante (aunque también hay que reconocerlo, de forma poco sutil) y remarca la necesidad de creer más en las leyendas que en la propia verdad, pura esencia del espíritu americano. El film únicamente obtuvo una nominación a los premios Óscar, la de mejor vestuario en película en blanco y negro, pero eso queda rápidamente olvidado al pensar en ella como una de las creadoras de todo un subgénero: el western crepuscular. Masterpiece.
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