
Comparten cartelera dos películas españolas ambientadas en diferentes épocas y que ofrecen puntos de vista dispares, pero que comparten un mismo lugar en el que sucede gran parte de la acción: las aulas. En la sesión continua de hoy toca hablar de Las niñas y Uno para todos.

“Las niñas»: La edad de la inocencia
Título original: Las niñas (100 min.)
Año: 2020
Director: Pilar Palomero
Guion: Pilar Palomero
Reparto principal: Andrea Fandós, Natalia de Molina, Carlota Gurpegui y Zoe Arnao
Género: Drama, Español
Sinopsis: Celia es una niña de 11 años que vive con su madre viuda y estudia en un colegio de monjas en la Zaragoza de 1992. La llegada de una nueva compañera a la escuela hará que Celia se plantee muchas preguntas sobre su vida y lo que le cuentan los mayores.
Opinión: Durante la infancia la familia lo es todo. Las figuras paterna y materna, representadas por los propios padres, abuelos, otros familiares u otras personas o instituciones, son elementos clave para nuestro anclaje en la realidad. Nos ayudan a formar nuestros pilares, a poder crear nuestras seguridades (e inseguridades, no nos engañemos) y son el refugio al que acudir cuando todo nos supera. Pero algo sucede cuando llega la adolescencia. Los patrones habituales de relación y conducta se tambalean, ponemos en duda la autoridad de esas figuras y buscamos complicidad entre los iguales. En ese momento también aparecen grandes dudas. Nos planteamos quienes son, quienes eran antes de nuestra aparición y qué secretos pueden ocultar para protegernos.
El debut de Pilar Palomero en la dirección y guion es una obra meticulosa respecto al tratamiento del paso de la infancia a la adolescencia de unas niñas que viven en un contexto y situaciones muy determinadas, y en el que se consigue un relato universal a través de su fijación por el detalle. “Las niñas” arranca con un coro de chicas dirigido por una monja en el que algunas alumnas tienen la directriz de solo gesticular para que su voz no destruya la armonía del grupo. Toda una metáfora sobre el funcionamiento de esa escuela de monjas, sobre una época en que todavía perduraba “el qué dirán” y en el que seguimos a Celia, una introvertida joven que no se cuestiona nada de lo que le mandan. Vive con una extenuada madre que siempre trabaja y con la que guarda gran distancia emocional. Hasta que aparece Brisa. La nueva compañera de escuela, procedente de Barcelona y con aires de modernidad a su espalda, supone una brisa de aire fresco (imagino que va por ahí la elección del nombre), haciendo que Celia se atreva a cometer actos de desobediencia que antes eran imposibles en ella. La rebelión de la adolescencia.
En un formato en el que se utiliza la escala 4:3 y una gama cromática cargada de brillo, pero con colores apagados (como los televisores de la época), la historia nos muestra momentos clave en el paso de la infancia a la adolescencia de Celia que producen cambios profundos en su manera de actuar y de pensar. Enmarcar la historia en 1992 hace que esas vivencias sean compartidas y apelen a la generación millennial pero a su vez resultan extrapolables a múltiples generaciones: descubrir grupos de música gracias a las cassettes que nos grababan nuestras amistades, querer vestir como la persona más molona de la clase, la presión social para fumar el primer cigarrillo, jugar al “yo nunca, nunca”, ir por primera vez en moto con un primo mayor… Pequeñas vivencias que crean un gran conjunto de recuerdos imborrables de una época en que todo se vive con especial intensidad. Cabe destacar como lo luminoso del relato se torna oscuro cuando a Celia le presentan dudas sobre su vida, sobre la relación de sus padres y la vida pasada de su madre, temas que ésta esquiva excusándose en el cansancio.
Todo el reparto transpira naturalidad en todas sus actuaciones, desde las ancianas monjas a las jóvenes estudiantes pasando por unos adultos que la mayoría del tiempo están ausentes por el trabajo. Destaca el dúo formado por Andrea Fandos, quien interpreta a la introvertida Celia, y Natalia de Molina, como la madre viuda que siempre está trabajando. La realidad de las niñas es una y el mundo de los adultos, lleno de restricciones y tabúes es otro, generando un evidente rechazo y ganas de transgresión. Una sensación que toda persona ha vivido en sus carnes en algún momento de su vida, y que se plasma a la perfección en la película. Un film en clave femenina tanto en su relato como en la gran mayoría del equipo que forma parte del proyecto. Pilar Palomero consigue un debut tan potente como el de Carla Simón en su momento. Habrá que seguirla de cerca.
Lo mejor: el casting de las niñas, en el que brilla especialmente Andrea Fandos. La recreación de una época a través de pequeños momentos que generan marcados recuerdos. La nostalgia que genera el film.
Lo peor: aunque su mensaje sea universal, puede generar menos impacto en generaciones que vean lejano lo que sucede en pantalla y no se sientan interpeladas.
Nota: 8/10

“Uno para todos»: El club de los poetas de Caspe
Título original: Uno para todos (94 min.)
Año: 2020
Director: David Ilundain
Guion: Coral Cruz y Valentina Viso
Reparto principal: David Verdaguer, Patricia López Arnaiz, Clara Segura y Ana Labordeta
Género: Drama, Español
Sinopsis: Aleix es un profesor interino que llega a Caspe, un pueblo zaragozano en el que se tendrá que hacer cargo de una clase de sexto de primaria.
Opinión: Hay que ser valiente para ponerse delante de una clase cada día, conseguir que el alumnado preste atención y que se despierte su interés más allá del aula por todo lo explicado. Competir con las redes sociales o los videojuegos, estímulos explosivos constantes y ruidosos, resulta una tarea titánica para el profesorado, especialmente si se aferra a los antiguos modelos de enseñanza. Es obligatorio dar un paso adelante, mostrar pasión por la tarea, empatizar con el alumnado e ir más allá de lo que exige el currículum académico. Al final si pensamos en los profesores y profesoras que más recordamos inevitablemente nos vienen a la mente las personas que se salían de la línea, tanto para bien como para mal.
Tras B, el biopic sobre Luis Bárcenas del 2015, David Ilundain realiza su segundo largometraje alejándose de los entramados políticos y judiciales para meterse de lleno en el mundo de la educación. En Uno para todos seguimos los pasos de Aleix, un profesor interino que llega a la población zaragozana de Caspe para cubrir una baja por maternidad. Todo será nuevo para él y no tendrá margen de adaptación, pronto tendrá que hacerse con el equipo directivo, el alumnado, los vecinos, los familiares… el pan de cada día para cualquier persona que ejerce la profesión. Pero Aleix no es el típico profesor de película con valores inquebrantables y que se hace amigo de todos con su encanto personal. Aleix es distante, serio y no tiene ganas de ampliar su círculo de amistades, pero conectará de forma intensa con su clase y conseguirá que el grupo haga grandes avances y que cambie. Un cambio que inevitablemente le afectará y le obligará a desatascar sus problemas personales.
Si todo lo leído rezuma un aroma a mensaje antes visto es porque sucede exactamente eso con la película. El film de Ilundain narra una historia mil veces vista y lo hace con una realización académica en la que se hubiera agradecido un punto de vista más personal en la dirección. La historia busca atacar dos temas complejos en el aula (y en la vida en general): la enfermedad y el bullying. Aunque se sepa en todo momento hacia donde se dirigirán la narración y que sucederá con los personajes consigue que la historia desprenda naturalidad y provoque una reflexión sobre como funcionan las aulas, que papel tienen las familias y cual es el rol del profesorado en situaciones complejas como las mostradas. Momentáneamente se aleja del tópico del profesor ejemplar dando el protagonismo a un personaje cargado de defectos interpretado por un notable David Verdaguer, quien consigue cargar de veracidad a Aleix y su historia. El reparto de los jóvenes por los que se tendrá que preocupar durante el curso ofrecen interpretaciones acordes a su edad mezcladas con diálogos que suenan impostados, algo que provoca una artificialidad que no ayuda a la narración.
La vuelta a las aulas tras una larga temporada de confinamiento para alumnado y profesorado ha vuelto a poner sobre la mesa la gran importancia de los centros y de la tarea educativa. Las aulas no sirven únicamente para ir a clase, son espacios relacionales en los que se generan múltiples problemáticas que van después más allá de las aulas. Como hicieron El club de los poetas muertos o La clase, los entornos educativos son lugares en los que tratar múltiples temas, y Uno para todos busca glorificar al profesorado motivado y más implicado en la atención a determinados conflictos, pero su fórmula cargada de tópicos no es de las que deja huella tras su visionado.
Lo mejor: David Verdaguer llenando de naturalidad y realismo a un personaje un tanto alejado de los que interpreta habitualmente. Lo bien representada que está la incorporación de un profesor suplente en un centro educativo.
Lo peor: sensación de anticipación a todo lo que va a suceder en la historia. Acumula tópicos del cine ambientado en entornos escolares. El casting del alumnado es muy desigual a nivel interpretativo.
Nota: 6/10


Me quedo con…
Las niñas. De lo más pequeño e íntimo se consigue llegar a lo más universal y la ópera prima de Pilar Palomero recupera recuerdos de nuestra adolescencia en la escuela a la vez que nos lleva a esos microuniversos compartidos con nuestras amistades más intensas. También nos hace explorar esa visión distorsionada que teníamos de nuestras figuras paternas. Uno para todos está cargada de buenas intenciones, aplaudiendo al profesorado más implicado y sacando a la palestra temas tan arduos como el bullying y la enfermedad en la gente joven, pero su ristra de lugares comunes excesivamente visitados le hacen un flaco favor.
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